La casa popular en Betanzos

ALFREDO ERIAS

La casa popular en Betanzos tiene una gran importancia en la conformación del paisaje urbano por cuanto afortunadamente todavía quedan abundantes vestigios del pasado. Y aunque falta una profunda investigación sobre el tema, sí se puede dibujar una sencilla tipología atendiendo a su aspecto externo.

En primer lugar tenemos una serie de casas típicamente medievales, al menos por la forma de construcción, que o bien son de los siglos XIII al XVI, o bien, construídas posteriormente, conservaron el modo antiguo. Suelen presentar en la fachada una puerta ya sea sola o ya con un ventanuco (si dentro había ganado) o ventana amplia, al lado. Esta ventana ("o taboleiro") servía frecuentemente, y aún sirve, de escaparate para el artesano ("zapateiro, selleiro, plateiro, ferreiro, etc.") que trabaja dentro. La parte superior, de uno a dos pisos, sobresale en un plano más próximo a la calle. Estas casas, sin balcones en origen, se ven todavía con pureza en la "Rúa da Cerca", pero quedan en número muy reducido, ya que, en parte, fueron destruídas por los diversos incendios que sufrió la ciudad, especialmente el de 1569.

Modificando en altura el esquema exterior de la casa medieval y obedeciendo a una tendencia muy típica en las mariñas gallegas, gran parte de la Edad Moderna vivió el apogeo de las casas con balcones corridos de madera. Es como un progresivo intento de fundir la casa con el ambiente exterior a medida que los tiempos medievales, llenos de tumultos y peligros, se iban alejando. Pero, sobre todo, el balcón corrido probablemente tiene su origen en necesidades de tipo agrícola. De hecho sustituyó y aún sustituye al hórreo en el secado de cereales y productos de huerta (cebollas, ajos, etc.). Hay que tener en cuenta que, salvo unas pocas familias de élite, los "betanceiros" se han caracterizado siempre por estar ligados a la agricultura que constituyó históricamente hasta tiempos recientes, la actividad esencial de la ciudad.

Ciertamente no era posible que cada familia campesina pudiera tener su hórreo, ya que sólo había espacio para él en las riberas de los ríos (hórreos de la Galera, hórreos desaparecidos del Peirao), siendo excepcionales en el interior (hórreo desaparecido de la Puerta del Hórreo, hórreo aún existente al comienzo de la Rúa Nueva). Como quiera que la mayor revolución agrícola que conoce Galicia en los tiempos modernos viene dada por la introducción del maíz, hecho que se generalizó con rapidez sobre todo en las zonas costeras (por debajo de los 400 metros de altitud), a principios o mediados del siglo XVII, creemos que este fenómeno estaría en el origen de las casas balconadas o en todo caso sería lo que llevaría a su triunfo, invadiendo, hasta la llegada de la galería, la ciudad. Es curioso observar como la galería se adueñará en el siglo XIX y XX de aquellas calles en las que la actividad está dentro de lo que se llama el sector servicios, pero en las rúas exteriores, más en contacto con el campo, el balcón sigue perviviendo con su sentido funcional; así, por ejemplo, en la "Rúa da Cañota".

Dentro de este tipo de casas, salpicadas aquí y allá, podemos señalar como curiosidad, la número 11 de la Rúa de San Francisco, la única (junto a otra de la Cruz Verde) que tiene 3 balcones en altura. Pero quizás el conjunto más espectacular y hermoso lo ofrezcan las casas de la "Fonte de Unta" que además se complementan con rústicos soportales, constituyendo una de las manifestaciones más interesantes de la arquitectura y el urbanismo históricos de la ciudad.

El tercer gran fenómeno de cambio en la casa popular, lo constituye la invasión de las galerías a partir del primer tercio del siglo XIX. Ellas se extienden a lo largo de la costa cantábrica (quizás procedan del País Vasco) y gallega, penetrando muchas veces en el interior. Se construyen, en buena medida a expensas de los balcones corridos que así van dejando progresivamente de existir. Supone el dominio del cristal y de la luz y también el perfeccionamiento de la climatización interior de la casa sin perder la interrelación con el ambiente externo. Como es sabido, el cristal es transparente a la mayor parte de las radiaciones solares, pero opaco a las radiaciones de onda larga emitidas por el edificio, de tal modo que la energía así acumulada en forma de calor se transmite interiormente a toda la casa, que funciona como un invernadero. Esto es muy importante en una climatología local donde la humedad tiene gran protagonismo.

El Ideal Gallego, 14-VIII-1982